Aquel domingo 31, muchos calbucanos habían salido a pasear, los unos se habían embarcado en sus lanchas veleras para estar en la fiesta de la Candelaria en Carelmapu el día 2 de febrero, otros al campo a comer curanto. Sol, comida y bebida abundante , cuando de pronto, escucharon la alarmante campana de incendio, viendo correr a los bomberos siendo las 15:15 Hrs.desde su Cuartel General ubicado en calle José Miguel Carrera hasta Antonio Varas en la Capitanía de Puerto en ese entonces donde vive Don Luis Villegas, en oficina Tur-bus, en donde se incendiaban las primeras casas. Era el comienzo de una catástrofe. Los que vieron el humo de las islas del frente dejaron la jarana para volver a cuidar sus hogares, pero rápidamente el fuego se extendió a negocios, oficinas públicas, hoteles y todo lo que conformaba el casco antiguo de la pujante ciudad; que era un puerto de calles estrechas, además de centro productor de conservas de mariscos para el país y el extranjero.
El viento sur al comienzo, unida a la sequedad de la tejuela y la falta de agua en los pozos de emergencia tras un caluroso verano, convirtió en una gran hoguera al pueblo entero. El fuego rápidamente se extendió sin dar cuartel, las casas ardían en forma espontánea e instantáneamente el fuego las consumía; al explotar violentamente lanzaban al aire tejuelas y maderas ardientes que propiciaban el fuego en otro sector. Las lenguas infernales alcanzaban alturas increíbles. La gente corría y trataba de poner a resguardo sus objetos de valor, pero no habiendo ya lugar seguro en el pueblo los dejaban en la playa, desde donde observaban con serena resignación el fin de sus inmuebles. A las 19:30, con cruel ironía, se incendiaba el Cuartel General de Bomberos frente a la mismísima Iglesia, desde donde se evacuaban sus imágenes, bancas y utilería. Al otro lado de la misma calle, las llamas avanzaban inexorables, hasta que se detuvieron gracias al agua de un pozo trasero. La última embestida del dios Hefesto vino por el norte, quemando toda la avenida Vicuña Mackena cerca de la playa, para luego subir la ladera que esta bajo la actual plaza Balmaceda, incendiando edificios en su frente sur.
Se luchó por salvar la parroquia, por tercera vez amenazada. Eran las 21 horas y los heroicos bomberos calbucanos exhaustos y olvidando sus propias casas lograron detener el fuego muy cerca de su Iglesia, ello a través de desarmar completamente una construcción por un lado y mantener con agua la escuela aledaña por otro. En ese momento, habrían llegado bomberos de Puerto Montt a bordo del glorioso Escampavía Yelcho, ayudando a salvar estos edificios principales, claves en la moral y la reconstrucción del pueblo destruido. Las 12 manzanas principales habían sido arrasadas y solo el distante barrio La Vega se había salvado.
El Padre Juan salió a entregar consuelo a sus damnificados, bajo la noche fulgurante que los cubría con un manto, del frió y desolación situación; fue un triste momento donde continuaron ardiendo aparte de lo material, los anhelos, recuerdos y esperanzas de todo un pueblo. Gracias a sus escritos, hoy podemos recordar lo sucedido.
Pablo Katz